Costa Brava: Tossa de Mar


¡Bon día! hoy parecía que quería salir el sol y nuestro primer desayuno de las vacaciones lo teníamos incluido en el hotel 4*. Bajamos a primera hora de la mañana y ya había cola para entrar al buffet. ¿Qué le pasa a la gente? que es domingo! vale, la verdad que todos queremos aprovechar el día y el hotel estaba a tope. 

Al igual que la cena, la comida era muy buena y con la presentación bien cuidada. Me gustó mucho que el beicon, huevos fritos o las tortitas, el cocinero las hiciera al momento. Menudo atracón de tortitas que me di. Y la bollería estaba riquísima! esas mini napolitanas de chocolate o crema... mmmmm. Los panes, las mermeladas o la variedad de cereales... la verdad que la calidad de la comida es buenísima: punto para el hotel. 




A primera hora estábamos listos para pasear de nuevo por Tossa de Mar y ver el pueblo sin lluvia. Hicimos el mismo recorrido que la tarde anterior: bajamos a la playa y de ahí caminamos por sus calles peatonales llenas de tiendas. Queríamos aprovechar para hacer más fotos por el casco antiguo y seguir descubriendo rincones, pasamos de largo por la Vila Vella y mediante un sendero llegamos al Mirador de la Paciencia

>> Qué ver y qué hacer en Tossa de Mar

Desde allí disfrutamos de las vistas al Mediterráneo y volvimos a la Cala Es Codolar. Todavía era temprano, pero había un chiringuito en la playa y para nosotros ¡era la hora perfecta para tomar una caña! así que pasamos el resto de la mañana a la sombra de la sombrilla del chiringuito tomando una y otra caña, hasta la hora de comer. 

Cala Es Codolar (Tossa de Mar)

La noche anterior nos quedamos con ganas de pintxos vascos. Preguntamos los precios en el bar que encontramos y nos pareció muy razonable, así que, como no teníamos pensado nada para comer... acabamos allí. Comimos por 20 € cada uno, pero probamos todos los pintxos que nos entraron por el ojo ¡y todos riquísimos! y el servicio fue muy bueno en todo momento.

Nuestra idea era pasar la mañana en Tossa de Mar y conocer por la tarde Girona, la capital de la provincia. Pero la realidad era que estábamos demasiado cómodos en Tossa y el pueblo nos estaba encantado, así que hubo un cambio de planes de última hora: hoy es día de playa full. Así que tranquilamente y después de las cervezas en la playa y los pintxos vascos, nos fuimos a dormir una siesta al hotel, y por la tarde nos subimos al coche para ir en busca de unas calitas mediterráneas que conocemos, muy cerca del pueblo de Tossa.




Volvió a sonar el despertador, esta vez el de la tarde. Nos pusimos el bañador, bajamos a tomar un café al bar del hotel y nos fuimos a por el coche. El día iba de playeo y así lo íbamos a terminar. Era buena hora y hacía una tarde perfecta.

De camino a las calas hicimos una breve parada en un mirador y disfrutamos de la brisa mediterránea y las vistas de Tossa. Después continuamos hasta nuestro destino: la Cala Pola. Tuvimos que dejar el coche en la carretera (en un parking de tierra entre pinos) y bajar andando 1 km, rodeando el camping de la playa. Aquel lugar parecía un paraíso de tranquilidad... allí, entre la montaña y la pinada, solo se escuchaba el susurro del viento entre los pinos y el silencio. 

Cala Pola (Tossa de Mar)

Llegamos a la cala y a penas había gente porque en estas fechas todavía no hay demasiado turismo. Ka Cala Pola no es demasiado grande y está escondida entre la montaña. Nos encantó su agua cristalina de color turquesa y su ambiente relajado. Un lugar precioso y tranquilo para desconectar.

Había gente dentro del agua, pero todavía no hacía calor suficiente. De hecho, yo me tuve que poner una chaqueta. Fue una pena porque el color del agua era increíble, al igual de increíble que podría ser imaginar esa cala en pleno Agosto con calor y que no esté masificada. 

Disfrutamos un rato de aquel paisaje y volvimos carretera arriba a por el coche para visitar la siguiente cala (y de paso ver si nos atrevíamos a darnos un baño) la Cala Giveroleta .

En esta cala había hasta chiringuito (más bien restaurante) con música. Pudimos aparcar justo al lado de la playa porque el parking de pago no estaba en funcionamiento. Esta cala era un poco mas grande y no tan íntima, pero también nos gustó. Eso sí, nos mojamos los pies y el agua estaba HELADA, así que nadie nadie se bañó. 

Nos relajamos escuchando el sonido del mar y disfrutando de la tranquilidad y la libertad de no tener que mirar la hora, hasta que el sol empezó a bajar y ya refrescaba. Nos subimos al coche de nuevo y volvimos al hotel de Tossa sin ninguna prisa para darnos una ducha y bajar a cenar al restaurante del hotel. 

Cenamos mucho más tranquilos que la noche anterior porque al ser domingo, había menos menos gente. Después, algo cansados, nos dimos un paseo de nuevo por el pueblo, hasta llegar al casco antiguo. Nos sentamos un rato el la cala donde pasamos la mañana y nos despedimos de las vistas desde la muralla. Resumiendo: Tossa de Mar nos encantó: tanto su ambiente relajado por las calles y bares, tiendecitas bohemias, la tranquilidad, el casco antiguo, los paisajes, el mar, la montaña...

Anochecer en la Villa Vella (Tossa de Mar)

 Me dio mucha pena tener que despedirme de Tossa y me está volviendo a dar pena mientras escribo. Le pongo un 10 y bien merecido, y hasta aquí nuestro primer gran descubrimiento de la Costa Brava. Mañana toca cambiar de lugar.
      

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